jueves, 13 de junio de 2013

Trampantojo

"Upset" - Russian Red (BSO Habitación en Roma)

Cuán falso puede ser el caparazón
de las cosas, ¿verdad?.
Cuán necia -y destructora- puede ser
la vista de las apariencias.
Hay veces en que detrás de las nubes
el sol lucha por lanzar sus rayos
hacia la tierra;
y al final lo consigue.
Hay veces en que ocurre al revés:
El sol brilla delante de las nubes
y todo parece hermoso y florido.
Pero las nubes yacen detrás
ocultando una borrasca que gime por salir,
pero el sol no la deja;
sonríe como un bobo negando
las tempestades del alma.

El invierno se esconde tras un verano falso.
No es verano; es un invierno frío y desolador.
Un invierno que llora exasperado
"en los claustros del alma"
donde "la herida yace callada"
y "consume" la rabia anegada
en sonrisas falsas.

Por fuera todo es luz y color;
por dentro se cierne la noche,
la angustia, el llanto y el dolor.

PD: Los versos entrecomillados son de un exquisito poema de Francisco de Quevedo.

viernes, 24 de mayo de 2013

HORROR VACUI


"La presencia de la cosa amada turba y enmudece la intención  más determinada y la lengua más atrevida" - El Quijote, Miguel de Cervantes.

El día se levanta fresco
con gotas de rocío sobre las hojas
de las flores que nacen al amparo
de los álamos del soto.
Hay como una baja neblina blanca
que difumina los rayos del sol naciente
y los vuelve violetas, anaranjados,
de mil colores
e impregna de humedad la tierra;
esa tierra mojada cuya olor
ahoga el grito exasperado del alma enamorada
que se encoge de pavor y dudas
ante la visión de la tierra mojada.

Y como Kavafis, aunque llegue la primavera
y parezca que la vida resurge de la tierra
las primeras nieves lloran sobre el corazón cobarde
y el invierno y su estrella se ciernen y enmudecen
mi lengua asustada y mi alma atrevida.

Ahora llega el invierno más duro y salvaje;
un invierno de vacío y ausencia.
Y tengo miedo del vacío
de tu ausencia.

jueves, 9 de mayo de 2013

El viaje

Que el tiempo se agota ya
lo han escrito mil veces
y sentido miles de corazones.
Pero la realidad hiere cuando se clava
con impunidad en las entrañas y devoran
la esperanza, el ánimo, el júbilo.

Que el tiempo se agota ya
lo he leído cientos de veces.
Que se va e, inexorable,
vuela y derriba castillos inexpugnables
y penetra en las torres más altas.

Pero cuando ves cercana la hora
de la partida de tu amor
el tiempo se refleja en mis ojos
con alevosía, con una amarga sonrisa.

Ves el pelo ondear cabalgando
sobre viento que se esfuma que
en un punto es ya, fue y ya no está.
Ves los ojos verdes volverse hacia el este
y su brillo esfumarse con la última luz del crepúsculo.

Te vas al este, allende del mar,
y el brillo de tu espíritu dará luz
a otras costas, otras ciudades, otro país;
el brillo se aleja y la estrella del invierno
se cierne sobre mi alma muda,
esa alma cobarde que olvida el tiempo
y te deja partir con el deseo aún sin corresponder.

domingo, 21 de abril de 2013

A la música desde mi ventana

Lo mío con la música es una triste historia. La emoción de los primeros años, con profesores que me alentaban con la misma ignorancia que yo por entonces tenía, me hizo creer que yo me iba a dedicar a ese noble arte. Iba a ser músico, y mi empeño era tal que llegué a pensar que lo que me estorbaban eran los estudios de ESO que yo por entonces cursaba. Quería que acabasen los estudios cuanto antes para dedicarme sólo al estudio de mi instrumento. Pero claro, qué bonito todo, ¿verdad? Tenía un profesor que soñaba más que yo y me hacía ver dioses en sus clases, atiborrándome de música, del estilo que más me gustaba (el clásico), y pensando ya en cómo viviría en Murcia una vez que llegase al conservatorio y como sería el día a día de mi carrera musical. Pero eso eran fantasías alimentadas por mi profesor. Aquello no tardó en caer: mi profesor dejó de ser profesor y mi ilusión comenzó poco a poco a declinar hasta que llegué al conservatorio. Por Dios que aquello era el infierno, o al menos así me parecía. Yo ya iba algo desanimado cuando entré y, para colmo, mi nuevo profesor era alguien despreciable; sólo provocó que llegara a odiar -en algunos momentos- estudiar saxofón y para nada me daba ningún tipo de ánimo o motivación. Mi ilusión para con la música se esfumó, por lo que abandoné mis estudios en el conservatorio. A esta desilusión -pues no fue más que una ilusión- hay que añadirle la situación en que me veía con los estudios que hicieron que poco a poco fuera vislumbrando más mi futuro en las letras que en la música, pues ese futuro musical tan brillante que imaginaba con mi primer profesor ya no era más que una sombra. Una vez al margen de cualquier tipo de estudio musical, me refugié en el único reducto que me quedaba en ese mundo: mi banda, la banda de mi pueblo.

Por eso ahora, en silencio, envidio a los músicos que veo que tienen éxito en su carrera y prosiguen en ese arduo camino día a día junto a su instrumento, dedicándole todo su tiempo y su amor. A ellos los admiro, con profunda sinceridad, pues han podido dedicarse mediante la perseverancia a la disciplina más bonita de todas las artes y ciencias del mundo: la música. Sois vosotros los músicos de verdad, los que con aires de gigante os alzáis entre el resto de mortales consagrándoos a algo que eleva el alma por encima de todos los saberes; algo que se asemeja muchísimo a los dioses. He aquí la dedicatoria de un músico frustrado que escribe desde la nostalgia al que sólo le queda el consuelo de ver pasar estrellas fugaces surcando un cielo áureo y, a lo sumo, trabar conversación con alguna de esas estrellas. Ése es el honor que me resta.


lunes, 25 de febrero de 2013

Cuando llega el frío

Las montañas despiden vientos gélidos, vientos como de muerte y desaliento. El horizonte anuncia con un velo gris el día oscuro que se avecina. Cuando llegue el frío abraza a tus hijos y caliéntalos con el vapor de tus lágrimas; abrázalos fuerte y que el viento helado que se aproxima no se los lleve. Cúbrelos de besos y arrópalos hasta el cuello y tápales bien los pies. Enciende el fuego de la habitación; que no pasen frío, que el viento de muerte que entra por las ventanas no se los lleve. El invierno es así de cruel: arranca a los niños de sus camas y les congela las lágrimas y ahoga sus gritos; una madre debe protegerlos. Ama a todo el mundo cuando las montañas envíen a sus tropas como espíritus de muerte. Cierra las puertas del balcón; no se enfríe el amor que seca las ropas húmedas. Dile a tu amado que venga, que no vacile y que cierre el portón que da paso al patio. Tu amado te anuncia que el día se avecina negro, como de noche y que el sol se ha apagado. Te dice que los vientos han llegado a las puertas de la ciudad y que si los niños están bien arropados. Tú le besas como si tus labios pudiesen fundir el hielo del norte, como si el fuego de tus manos pudiese frenar los vientos que se acercan. Tu amor es una llama que se apaga con las gotas del invierno. Pero él te ama y te pregunta por los niños; sus lágrimas pretenden arroparlos. El viento gélido ha llegado a la ciudad y llama a tu puerta. El día negro te dice con una sonrisa maquiavélica que arropes a tus hijos y les enciendas el fuego de su habitación. Pero tu amor es una flor en un  pozo; un alarido sordo. Tus hijos no están en sus camas y tu amado llora y se mesa las barbas. El viento te trae sus cadáveres aún calientes; tienen los ojos abiertos y tú se los cierras con un gesto de tus dedos mientras se enfrían. Se los cierras con los ojos del verano; ese verano interminable en que tus hijos jugaban corriendo por los campos al oeste de la ciudad: eran felices y los vientos del verano acariciaba su suave piel de oro. Pero ahora tus dedos son de invierno, de frío y de muerte y tus hijos han muerto; ya no podrás arroparlos. Tu marido se ha suicidado pero tú no tienes tanto valor. Los vientos enfrían el amor del verano, los frutos de los árboles y las flores de la campiña en que solías ir a pasear con tus pequeños. El tiempo de la muerte ha llegado y ahora la vida no es más que muerte viva. Tus hijos han muerto y el verano se ha ido. Se levantan vientos fríos.

lunes, 18 de febrero de 2013

Que al amor verdadero no le olvidan el tiempo ni la muerte

   Resuelta en polvo ya, mas siempre hermosa,
sin dejarme vivir, vive serena
aquella luz que fue mi gloria y pena,
y me hace guerra cuando en paz reposa.
   Tan vivo está el jazmín, la pura rosa,
que, blandamente ardiendo en azucena,
me abrasa el alma de memorias llena:
ceniza de su fénix amorosa.
   ¡Oh memorïa cruel de mis enojos!
¿Qué honor te puede dar mi sentimiento
en polvo convertidos sus despojos?
   Permíteme callar sólo un momento:
que ya no tienen lágrimas mis ojos...
ni conceptos de amor mi pensamiento.

Félix Lope de Vega y Carpio,  el "Fénix de los Ingenios"



sábado, 19 de enero de 2013

Fuego, fuego y agua

Algún día me va a reventar el pecho
mientras pierdo el tiempo estudiando
y de las entrañas me nacerán
lágrimas, versos y sollozos.
¿Qué mayor honor podría esperar del cielo
que con sólo la cálida luz de tus ojos
me anegase el alma entera
y diese así por zanjado el abismo
que se abre entre tu verso y el mío?
¡Ven tú, el ángel del mar en los ojos!
¡Ven y llena el negro vacío que con gestos
de cuchillo voraz ha forjado la eterna
melancolía de tu palabras!
Me basta con que escribas;
sólo sigue escribiendo, así,
con esa gracia tuya,
con ese donaire de tus manos
al posarse sobre una pluma;
pues se me deshace el pecho en agua,
en sangre, en llanto y en versos.

miércoles, 9 de enero de 2013

Prosa que parece poesía. Necesidad expresiva.

La poesía fluye entre los amantes
como música que arrastra el viento
fundida con el aroma de las flores
que nacen de la piel.
La poesía rompe la barrera de los cuerpos
y los deshace en lágrimas y gemidos:
ocurre cuando el sueño
despierta y, como mil palomas,
alza el vuelo presto al cielo
donde tiene morada.
¿Acaso no baila el amor
entre la armonía
de unos tercetos encadenados?
¿Acaso no es el amor
hijo de unos héroes
que versos lloraban
en vez de lágrimas?
Los disparos del aliento
son la poesía que nace en la garganta
de los amantes que sueñan y danzan.
Mañana moriremos, los dos;
mas hoy déjame deshacerme en luz
y morir alumbrando tu piel
y tu espíritu.

martes, 8 de enero de 2013

Pensamientos en mis moradas


El sentimiento neoplatónico
restringe de manera espantosa
los límites del amor.
No hay reglas, ni pecado;
todo es válido, querida mía.
Amemos, dulce reina,
seamos una única llama
que arda para siempre;
seamos una piel y un solo aliento,
pues vale tanto la piel mortal
como los mil amaneceres
que brotan del alma enamorada.
La caricia, el sexo y el espíritu
van de la mano...
en el amor, claro;
sólo él puede unir en belleza infinita
conceptos tan lejanos.