martes, 17 de mayo de 2011

La voz de Dios

Una vez, sí, una vez... o tal vez varias. Aquí, sentí mi espíritu correr por mis venas y anidar en mi cabeza, en mi pensamiento. El alma me dio un giro en las entrañas que me hizo divisar, no sé, viajar, sí eso, viajar... a otro mundo, mi alma sólo quería liberarse y escapar, y correr libre por el cielo, entre las nubes... El viento, sentí al viento darme en la piel y filtrarse hasta la sangre, donde se unió a mi alma que se agitaba, ¡quería salir, huir, escapar! y, tras ello, lo comprendí todo... era la voz de Dios, sí, eso era, ¡oí la voz de Dios acariciarme los oídos y unirse a mi alma!, eso era, la voz de Dios y su corte angelical, eso fue lo que había entre las notas de esas músicas... Era la voz de Dios en la Tierra, transmitida a través de las notas de su voz, de sus voces, de ese piano lánguido que hacía que mi alma se estremeciese en mi interior y buscase el contacto directo con Dios. Ahora, sí, ya estoy convencido de que Dios existe y llega a nosotros a través de la música... eso es.
Regina Spektor...

Josquin des Prez...

Beethoven, Sonata del claro de luna...

sábado, 7 de mayo de 2011

La gente sueña con Pepper

Tras el humo, la madera y el licor pisé tierra mojada. Noté al Zéfiro azotarme en la cara y respirar el aire que nace de la hierba fresca. No hacía calor, sólo una agradable brisa que me erizaba el cabello. Olía la hierba fresca mientras avanzaba pisando la tierra húmeda y me apreté la bufanda mientras danzaban, despacio, pequeños animales que giraban en torno a mí. El cielo cambió de color, ahora era naranja, ¡no!, amarillo, y ahora parece que se vuelve violeta, vaya, los árboles crecen y las flores huelen mucho, pero no me molesta la bufanda. Oía la música salir, brotaba de algún lado, tal vez, de la hierba mojada, de las flores amarillas que crecían bajo los árboles o del cielo y sus nubes, y sus colores, y sus faldas, y sus abrigos y sus danzas, sus hombres que saltan entre los espacios de la Tierra, los mares, y el cielo. Reía, mucho, y saltaba y bailaba y besaba la hierba, y oía a los árboles. Un sitar, un violín, una guitarra y una chica con el sol en sus ojos, el sol, que me vigilaba, serio, acariciándose el bigote, sereno, cálido, suave.

martes, 3 de mayo de 2011

La vida retirada

Aportaré ahora renglones nacidos de mi cabeza en homenaje a otro poeta español, un grande de los grandes de España, Fray Luis de León. Contrapone de manera magistral la vida retirada y serena, totalmente apartada de las codicias y envidias de las sociedades, y la muestra como la mejor filosofía que se puede concebir. Cierto es, todo lo que dice. Sabio es aquél que "huye del mundanal ruido", se refugia en la paz y desprecia las envidias y las corrupciones a las que las personas están continuamente expuestas. Y ya lo decía Fray Luis en el siglo XVI y se puede aplicar perfectamente a la situación actual. Es deplorable ver como lo material, lo mundano, lo que fenece, lo que no va más allá y se queda en el mero regocijo fugaz y pasajero se convierte en la base de la vida de ciertas (cada vez más) personas. Lo que perece, lo que muere y sólo sirve como pequeño placer que vuela con la misma brevedad con la que aparece, eso es el objetivo, el fin de muchas personas y no saben que eso las debilita y las deshumaniza, las convierte en trozos de carne que caminan y respiran, que viven porque sí y que sus metas no trascienden más allá de ir "estupendas" un sábado de fiesta o coger semejante cogorza tal día señalado. Por supuesto, la filosofía es totalmente despreciada, porque la filosofía te hace pensar; la literatura, también, despreciada, porque te hace ver el mundo tal y como es y te hace pensar que lo que te muestran como bueno no es siempre así y que no hay que, por ejemplo, seguir tan ciegamente a la ciencia porque puede conducir a una decadencia irremediable. Se adora más lo material, lo que fenece, a costa de destrozar por completo lo espiritual, lo que perdura, de lo que se alimentan nuestras almas y nos diferencia de los animales; lo que nos hace humanos, y Fray Luis de León era humanista y creía en esto, y por eso era poeta y por eso amaba la filosofía y la música, y por eso su nombre y su figura perdurarán para siempre.

ODA A LA VIDA RETIRADA (Fray Luis de León)




¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

 Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

 No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

 ¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

 ¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

 Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

 Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

 Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

 Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

 Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

 Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.

 El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.

 Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

 La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.

 A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

 Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

 A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.