sábado, 7 de mayo de 2011

La gente sueña con Pepper

Tras el humo, la madera y el licor pisé tierra mojada. Noté al Zéfiro azotarme en la cara y respirar el aire que nace de la hierba fresca. No hacía calor, sólo una agradable brisa que me erizaba el cabello. Olía la hierba fresca mientras avanzaba pisando la tierra húmeda y me apreté la bufanda mientras danzaban, despacio, pequeños animales que giraban en torno a mí. El cielo cambió de color, ahora era naranja, ¡no!, amarillo, y ahora parece que se vuelve violeta, vaya, los árboles crecen y las flores huelen mucho, pero no me molesta la bufanda. Oía la música salir, brotaba de algún lado, tal vez, de la hierba mojada, de las flores amarillas que crecían bajo los árboles o del cielo y sus nubes, y sus colores, y sus faldas, y sus abrigos y sus danzas, sus hombres que saltan entre los espacios de la Tierra, los mares, y el cielo. Reía, mucho, y saltaba y bailaba y besaba la hierba, y oía a los árboles. Un sitar, un violín, una guitarra y una chica con el sol en sus ojos, el sol, que me vigilaba, serio, acariciándose el bigote, sereno, cálido, suave.

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