jueves, 1 de noviembre de 2012

Mentiras

Cuando en la naciente noche desnudes
tu cuerpo y dejes que sólo la luna te bañe
y las estrellas te coronen;
y mientras un tenue fuego arda en la terraza
cuyas chispas brillen con deseo en el cristal
de nuestras copas
deslízate lentamente sobre el diván,
recuesta tu cabeza y que sea el cielo el que te abrace.
Mírame y acerca tus labios a mi oído
y dime,
dime entonces
que el mar es mucho más hermoso de lo que parece;
que los pájaros vuelan cerca del sol
porque cada día es una esperanza para el hombre.
Dime, mi dulce amada, que el cielo y la tierra
no son más que un grano de sal oculto en tus lágrimas
y que la vida es una luz que se eleva al cielo
y tu alma y la mía serán eternas;
serán un fuego que arda en la oscuridad de los siglos.
Dime, dulce mía, mientras acaricio tu pelo de ébano,
que el vino de nuestras copas es la vida
que se nos escapa por los ojos y nos hará inmortales;
entonces, sólo entonces, dime que este momento
techado por un cielo negro coronado de estrellas
son las gotas de vino que resbalan de tus labios
muriendo entre los pliegues de tu vestido.
Dime, por último, que todo eso es mentira
y que nuestras vidas durarán
lo que dura el vino en nuestras copas.

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