Si de quejas y cuitas has cercado
la libertad del corazón que ardía;
si muerta dejaste la mente fría
y el alma tus manos las ha enfriado,
libera al espíritu y que amando
amaestre la palabra en su seno;
sea su canto el aullido del trueno,
sea su alma el vïento bramando.
Que tus hijos sean los que, inmortales,
graben tu memoria a fuego y acero
y que tu alma a ninguna más la iguales.
Cuida a tus hijos: que quede el renombre,
que quede el espíritu intacto de tu memoria
cuando las arenas lo mundano se lleven.
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