donde bosque y océano, mi única ley,
abracen cada palmo de hierba y fuego
donde el cobre no turbe mi sosiego.
Dadme una vida donde dulce ave
de tu pelo portadora de la leve hebra,
el vuelo alce poderosa y no quiebra
allá donde el hombre todo socave.
Porque cada lugar, tuyo es, señora
cada lago y estanque puro reflejo son
de tu eterna belleza, siempre, ahora.
Allá los hombres que portadores
de tierras, oro y bronce: codicia
que yo sin odio y sin pericia,
embrigado vivo, de todos los olores.