jueves, 7 de abril de 2011

¡Oh, Byron!

Byron sólo lamentaba los pecados que no pudo cometer...

Al cumplir mis 36 años


-¡Calma, corazón, ten calma!
¿A qué lates, si no abates
ya ni alegrarás a otra alma?
¿A qué lates?
Mi vida, verde parral,
dio ya su fruto y su flor,
amarillea, otoñal,
sin amor.
¡Más no pongamos mal ceño!
¡No pensemos, no pensemos!
Démonos al alto empeño
que tenemos.
Mira: armas, banderas, campo
de batalla, y la victoria,
y Grecia. ¿No vale un lampo
de esta gloria?
¡Despierta! A Hélade no toques,
Ya Hélade despierta está.
Invócate a ti. No toques
más allá.
Viejo volcán enfriado
es mi llama; al firmamento
alza su ardor apagado.
¡Ah momento!
Temor y esperanza mueren.
Dolor y placer huyeron.
Ni me curan ni me hieren.
No son. Fueron.
¿A qué vivir, correr suerte,
si la juventud tu sien
ya no adorna? He aquí tu
muerte.
Y está bien.
Tras tanta palabra dicha,
el silencio. Es lo mejor.
En el silencio, ¿no hay dicha?
y hay valor.
Lo que tantos han hallado
buscar ahora para ti:
una tumba de soldado.
Y hela aquí.
Todo cansa, todo pasa.
Una mirada hacia atrás,
y marchémonos a casa.
Allí hay paz.
Dedicado a ese gran poeta, símbolo y ejemplo de un gran movimiento, que alzaba la naturaleza y extraía la pura esencia  perdida, contra la corrupción humana y las normas establecias, la rebeldía, las pasiones desbocadas, la plenitud... Lord Byron..

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